David Cronenberg posee la cualidad de transformar la carrera de los actores con los que trabaja, como ejemplos evidentes tenemos a James Woods, Jeremy Irons, Christopher Walken, Jude Law, Michael Fassbender o Viggo Mortensen. Además, les pide a todos ir al límite de sus posibilidades como interpretes, y ninguno duda en hacerlo. Pues eso es lo que ha hecho una vez más, esta vez ha sido el turno del actor crepuscular Robert Pattinson, que le ha ofrecido el papel de su vida, el que le desencadene de la atadura a la famosa franquicia, y nos sorprende demostrándonos que puede hacer papeles serios, ya que está inmenso haciendo de Eric, un as de las finanzas, un hombre visionario con un cierto puntito, como todos los genios. Se entrega por completo a este proyecto y sale más que airoso. Es más el joven actor británico en las secuencias finales os recordará al James Woods más entregado a la causa con pistola en ristre.
Es imposible que un cineasta de su talla y talento haga un largometraje
en el que deje indiferente al patio de butacas. “Cosmopolis” os gustará o
la odiaréis, no hay término medio. Considero que el filme es tan genial
como necesario. Es el realizador ideal para llevar este libro a la gran
pantalla, al igual que pasara con “El almuerzo desnudo”. Se apodera por completo del material literario homónimopropiedad de Don DeLillo,
vampirizándolo a tal grado que llega a cambiar el final y lo mejora,
inclusive parece que esos diálogos han sido escritos por él. Lo digo
porque en el resto de metraje encontraréis multitud de frases
literalmente sacadas del libro. Pero es más, se permite introducir
elementos típicos de su filmografía como la somatización o la identidad,
como en la secuencia del tacto rectal.
Este curioso largometraje nos muestra una Gran Manzana convulsa, en
pleno estado de agitación. Parece que la era del capitalismo se acerca a
su fin. Eric Packer, un chico de oro de las altas finanzas se mete en
una limusina blanca. Mientras una vista del Presidente de los Estados
Unidas paraliza Manhattan, Eric tiene una obsesión: cortarse el pelo en
su barbero al otro lado de la ciudad. A medida que pasa el día, el caos
se instala, y el observa sin poder hacer nada como su imperio se
colapsa. Además está seguro de que alguien va a asesinarle. ¿Cuándo?,
¿dónde? Está a punto de vivir las veinticuatro horas más decisivas de su
vida.
El primer hecho que chocará a muchos es que prácticamente toda la acción
tiene lugar dentro del enorme coche. Algunos podrán pensar a la salida
que es aleatorio o arbitrario la gran variedad de personajes que se van
sucediendo en la narración, sólo comparable con la que Jackson Pollock
daba sus pinceladas en sus obras o con la que Mark Rothko coloreaba sus
obras. Es decir, ninguna. Existe una precisión casi matemática en como
van apareciendo esos personajes en la vida de Eric y que cada uno posee
una pieza del puzzle, es decir, de su destino. Es impresionante su
agudeza a la hora de elegir el reparto de sus películas.Todos, y cuando
digo todos, es que no hay nadie que no esté perfecto en esta película,
desde su protagonista pasando por Juliette Binoche que da vida a una marchante de arte amante del lujo, el sexo rápido y el dinero o a esa gran actriz llamada Samantha Morton,
que este caso se mete en la piel de una gurú de la economía mundial que
vela por las decisiones económicas de las finanzas de Eric. Su rol es
verdaderamente fascinante. Mención especial se merece Paul Giamatti que compone un personaje trasgresor llamado Benno Levin y nos muestra su maestría como actor una vez más.
Tras esa incursión un tanto teatral que supuso “Un método
peligroso”,parece que Cronenberg regresa al territorio de la fantasía
porque consigue darle un halo de misterio e irrealidad al mundo que
rodea a Eric, y sobre él construye su visión, su crítica sobre la
sociedad actual, el sistema económico y a dónde nos va a llevar este
capitalismo feroz que impera en estos momentos. Me parece muy ingenioso
el uso del mito de Ícaro y su paralelismo con el personaje central de la
obra. Otro de los méritos es que nos devuelve a un Howard Shore
barroco e inquietante tras sus orquestales pasos por la Tierra
Media,absolutamente tecnologizado, que nos recordará de inmediato a sus
primeros trabajos con el realizador canadiense. En este punto quiero
hacer una especial mención sobre el rap escrito por el propio Don
DeLillo con música sufi, es tan curioso como pegadizo, saldréis de la
sala con él en la cabeza.
Una vez más el realizador canadiense como si se tratara de un pintor
expresionista abstracto busca generar emociones en el público expectante
que paga por ver su cine. Se nota que disfruta huyendo de la narrativa
convencional al usar lentes que exageran el tamaño del interior de la
limusina y de paso imprimen un aura de irrealidad al escenario. Y por
supuesto, no duda un instante en colocar a los actores en situaciones
tan curiosas como surrealistas, no de forma arbitraria porque posee un
sentido y un simbolismo preciso. Personalmente tengo muchas ganas de
volverla a ver.
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